René Laënnec

René Laënnec

René Théophile Hyacinthe Laënnec nació en la Bretaña francesa el 17 de febrero de 1781, pues su padre era abogado y escritor de poesías y su madre murió de tuberculosis cuando él solo tenía seis años,.

Como consecuencia de ello, se fue a vivir con su tío abuelo el Abbé Laennec (un sacerdote) y cuando era niño, Laennec enfermó de lasitud y de repetidos casos de pirexia, o sea, se pensaba que tenía asma.

​ A los doce años se trasladó a Nantes, donde su tío, Guillaime-François Laennec, trabajaba en la facultad de medicina de la Universidad de Nantes.

A su lado pasó la adolescencia y vio crecer su vocación de médico, convirtiéndose en un gran estudiante que pronto hablaba fluidamente el inglés y el alemán, empezándo sus estudios de Medicina pues bajo la dirección de su tío.

A los 19 años, viajó becado para estudiar en la Universidad de París, donde obtuvo los primeros puestos en Cirugía y Medicina, pues llegó a estar bajo la tutela del médico de Napoleón, el Dr. Corvisart, y del Dr. Dupuytren, famoso por la contractura que lleva su nombre.

Corvisart le enseñó la percusión para diagnosticar problemas torácicos, o sea, resulta que Laënnec mejoró este método al colocar su oído directamente sobre el tórax del paciente, logrando identificar así sonidos normales y anormales del corazón y del sistema respiratorio.

Una vez realizados y finalizados, todos estos estudios se graduó pasando a trabajar en el Hospital Necker de París, donde fue nombrado jefe en 1816.

El otoño de ese año fue importante en la vida de Laënnec y en el desarrollo de la medicina moderna, o sea, hay muchas versiones diferentes, pero en esencia todas reflejan dos problemas que deben haberlo inducido a inventar el estetoscopio: la necesidad de obtener aún más información para lograr mejores diagnósticos y, por otro lado, poder disponer de un método más cómodo, ya que entonces resultaba así que la auscultación pegando el oído al paciente era incómoda para el médico y el paciente, pues había factores limitantes al examinar a las mujeres, relacionados a su intimidad, pudor y recato.

Se dice que ese día observó a unos niños jugando y acercando sus oídos a un pedazo largo de madera y escuchando los golpes que le daban otros niños al otro extremo de la madera.

Esa observación la tuvo presente cuando, más tarde, tuvo que examinar a una mujer joven con un claro problema cardiaco, o sea, debido a la cantidad de grasa, la percusión era limitada y la posibilidad pues de pegar el oído a su pecho no era aceptable debido a la edad y sexo de la paciente.

Recordando a los niños con la madera, enrolló unas hojas de papel formando un tubo, o sea, que uno de cuyos extremos puso en el pecho de la mujer y el otro en su oído.

Su alegría fue grande al confirmar que podía escuchar los sonidos cardiacos, inclusive mucho mejor y de una manera más clara que pegando el oído.

Ese mismo día, mandó a hacer el instrumento en madera, de unos 30 cm de largo y 4 cm de diámetro, con un canal central de 5 mm y los extremos en forma de cono, o sea, había nacido el estetoscopio y el inicio de la era del empleo de los métodos diagnósticos para complementar la información tradicional.

En 1819, Laënnec publicó su famoso Tratado sobre la auscultación mediata, que es un texto clásico de la medicina donde describió los sonidos del tórax y sentó las bases para la neumología moderna, o sea, así puso énfasis en mencionar que “la parte más importante de un arte es el saber observar adecuadamente”.

Esa obra causó gran sensación en París, o sea, describió los sonidos que oyó con el estetoscopio y creó nuevos términos como crepitación y estertor, y detalló enfermedades no descritas antes.

Además de ello, denominó y diferenció muchos sonidos, que se usan inclusive hoy en día, sobre todo en pacientes con tuberculosis.

Laënnec también alcanzó prestigio al crear el método anátomo-clínico: relacionaba los hallazgos que así comprobaba en el cadáver con los hallazgos clínicos previos para ayudar mejor a futuros pacientes.

Son muchas las lesiones que caracterizó pues en sus descripciones: bronquiectasias, enfisema pulmonar, edema e infarto pulmonar, neumonía lobar, gangrena pulmonar, pneumotórax, pleuresía, tuberculosis y su compromiso a otros órganos, como las meninges.

No tuvo temor en realizar autopsias a los pacientes con tuberculosis, a diferencia de Morgagni o Valsalva, o sea, Morgagni le escribió: “Joven, apártate de los cadáveres de los consuntivos”.

Laënnec creía que la tuberculosis no era contagiosa y que se debía a la miseria y mala calidad de vida en las ciudades, pues tampoco creía en su tratamiento: “La enfermedad tuberculosa es como las afecciones cancerosas: absolutamente incurable”.

En ese entonces, se creía que los tubérculos y el exudado caseoso gelatinoso eran dos enfermedades, o sea, en base a sus observaciones y sin microscopio Laënnec reconoció que eran la misma enfermedad.

Sin embargo, Virchow, que era una autoridad en el mundo, arremetió contra Laënnec y lo responsabilizó de limitar el desarrollo de la enseñanza de la tuberculosis, o sea, Laënnec se había adelantado en más de medio siglo a lo que Koch demostró al descubrir el bacilo en 1882.

En 1822, había sucedido a Corvisart como jede de la cátedra de Medicina en el Collège de France.

En 1826, apareció la segunda edición de su obra donde relata el accidente ocurrido hacía veinte años por el cual se contagió la tuberculosis, al cortarse con una sierra cuando examinaba entonces unas vértebras tuberculosas.

Describe allí cómo se trató y los cambios que desarrolló después: “Vigor disminuido a la mitad, pérdida de peso, sensaciones de fiebre”. En su caso, el diagnóstico ocurrió cuando la enfermedad ya estaba pues avanzada y murió en 1826 a la edad de 45 años.

Laënnec es un gigante de la medicina, o sea, su maestría en el arte de la observación clínica, además en la meticulosa correlación anátomo-clínica y su intuitiva búsqueda del conocimiento constituyen un ejemplo para futuras generaciones y para la investigación.

Fuente: https://www.galenusrevista.com/?Rene-Laennec-1781-1826

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