La leyenda de la cueva de Salamanca

La leyenda de la cueva de Salamanca

Situada en la Plaza de Carvajal se encuentran los restos de lo que antiguamente fue la Iglesia de San Cebrián, derribada en el siglo XVI y de la que se dice fue la entrada a la cueva excavada tras la sacristía.

Dicha cueva, cuenta la leyenda, era una entrada al inframundo y en ella se practicaron en la Edad Media ritos y artes ocultas, o sea, el propio patrón de la iglesia, San Cebrián, tiene su origen en San Ciprián, un santo vinculado desde antiguo al ocultismo y ritos paganos.

Para conocer la leyenda hemos de situarnos en la Salamanca del siglo XVI, o sea, cuando la ciudad era así una referencia en el conocimiento y en las artes y las ciencias.

Junto a esta universidad, existían otros lugares donde se podían estudiar otro tipo de conocimientos como eran las artes esotéricas, las ciencias ocultas, la magia, la hechicería, la nigromancia y también el conocimiento y el culto a lo satánico.

Uno de estos lugares era la cueva de Salamanca, donde la leyenda asegura que era el mismo diablo, bajo la apariencia de un sacristán, el que impartía el conocimiento de estas ciencias ocultas, pero resulta que esto no preocupaba a aquellos que quería aprender a realizar sortilegios, adivinar el futuro, a dominar el arte de la brujería y el conocimiento de ritos y ceremonias que invocaban al demonio.

Los alumnos de San Ciprián tenían que ser siete que una vez reunidos, les obligaba así a permanecer allí durante siete años, el número del conocimiento y de lo oculto, aprendiendo las siete artes del esoterismo.

Transcurrido los siete años, uno de los alumnos, elegido por sorteo, debía quedar de por vida en la cueva y otras de las condiciones que debían de cumplir era no revelar los conocimientos adquiridos cuando así abandonaran la cueva.

El Marqués de Villena se había sentido siempre interesado por las artes ocultas, o sea, había oído hablar de estudios sobre la magia, la astrología y el conocimiento de materias prohibidas, que convertían pues a quienes las conocían en personajes muy poderosos.

Decidió quedarse en Salamanca y empezó a visitar sitios de dudosa reputación, donde alguien pudiera informarle sobre el lugar donde se enseñaban esos conocimientos ocultos.

Una noche, caminando entre las sombras, el marqués sintió que alguien le seguía y al percatarse de ello se ocultó para esperar a su perseguidor hasta que la sombra llegó hasta donde estaba el marqués.

Ambos permanecieron inmóviles y en silencio, pues luego el marqués le preguntó si le seguía y la sombra le contestó que era, en realidad, el marqués quien le seguía a él y tras ell el marqués quedó en silencio y salió de la oscuridad.

Ante la continua presencia de la sombra sobre el marqués, éste le preguntó que quería y entonces resulta que la sombra le contestó enseñarle aquello que deseaba y estaba buscando por toda Salamanca.

Entonces. el marqués le preguntó si sabía dónde podía acudir para aprenderlas a lo que la sombra le contestó que, no lejos de allí, en la iglesia de San Cebrián, aprendería todo aquello que la iglesia persigue, o sea, la astrología, la quiromancia, la química, los secretos del mundo, la vida, la muerte y el más allá.

El cuerpo del marqués sintió un escalofrío y pese a ello era lo que buscaba donde acto seguido resulta que le preguntó que había que hacer.

La sombra le dijo que al día siguiente, tras la caída del sol, debía ir a San Cebrián y presentarse ante el sacristán de la iglesia, o sea, había otros seis que esperaban a uno más, y entonces la sombra dio media vuelta y abandonó el lugar.

Acto seguido, la luna le ilumino durante un instante y el marqués vio que aquel personaje no tenía sombra y tras ello, sin duda alguna, se preparó para acudir al día siguiente a la cita.

El sol se escondía por el horizonte cuando el marqués llegó a San Cebrián, entró en la iglesia y no había nadie estando en total penumbra, pues se dirigió hacia lo que parecía la sacristía e hizo luego sonar la campanilla.

Ante la falta de respuesta, volvió a llamar y por fin, oyó pasos al otro lado de la puerta, o sea, que esta se abrio donde el sacristán dio la bienvenida al marqués que le conoció como la sombra que el día anterior se había encontrado en la calle.

El marqués siguió al sacristán hasta llegar a otra puerta que tras abrirla, ambos bajaron por una empinada escalinata hasta llegar a una sala excavada en la cueva donde estaban seis personas que le esperaban.

Y transcurrieron los siete meses en los que los alumnos fueron aprendiendo sobre las artes esotéricas y los fundamentos de los sortilegios, hechicería, esoterismo y otros conocimientos donde los alumnos pues debían de abandonar aquella cueva, salvo para uno.

El sacristán los reunió a todos y preguntó si había algún voluntario para quedarse para siempre y resulta que miró al marqués que al intuir que iba a ser él el elegido desvió la mirada.

El sacristán introdujo el nombre de cada uno de ellos en un saquito y le ofreció al propio marqués que extrajera uno y tras ello se lo entregó al sacristán, pero este le dijo que fuera él mismo quien lo leyera.

Un escalofrío le sacudió su cuerpo cuando confirmó que era el elegido y acto seguido el sacristán ordenó a los demás que podían abandonar la cueva, el marqués estaba abatido y era el castigo por su pecado.

El sacristán, se acercó a él, le puso la mano sobre su hombro y le dijo que había sido elegido pues por sus aptitudes y que seguiría allí, aprendiendo nuevas cosas y conocimientos que ni siquiera se podía imaginar.

Conocería los secretos de la inmortalidad, del poder absoluto, del control de las voluntades y de todos aquellos secretos que le convertirían en un ser muy poderoso y que su maestro sería el propio Baphomet, pero debería pasar muchos años y después podría marcharse o quedarse para enseñárselos a otros.

Pero al marqués no le convencía tales palabras, o sea, aplicó el don de la persuasión, y, como alumno aventajado que era, convenció al sacristán que aceptaba de buen grado su destino.

Es cierto que buscaba aprender las ciencias ocultas y poder utilizarlas en su provecho, pero el precio era demasiado alto, o sea, consideraba que lo aprendido hasta entonces era suficiente para sus intereses y el marqués solo pensó en la forma de escapar de aquella cárcel de piedra.

Al llegar la noche, esperó a que todo estuviera en silencio, o sea, cuando todos descansaban, salió de su celda y se escondió en una tinaja que había en la cueva y realizó un conjuro para evitar entonces que le descubrieran.

A la mañana siguiente, mientras todos se preparaban para marcharse, repararon pues en la ausencia del marqués, o sea, lo buscaron por toda la cueva y no le encontraron, pues comprendieron que todos sus conocimientos ocultos le habían servido para huir.

Salieron de la cueva y le buscaron por toda la iglesia, pero fue en vano y además, abrieron la puerta de la iglesia para encontrar alguna huella de su huida, pues entonces fue cuando el marqués aprovechó así la ausencia de todos y escapar de la iglesia en busca de la libertad.

El sacristán se había ocultado y estaba detrás de él, o sea, el marqués advirtió su presencia y corrió todo lo que pudo para escapar de allí. Pero no pudo evitar que el sacristán le lanzara un conjuro donde a la luz del sol, observó que no tenía sombra, o sea, era uno de ellos.

Fuente: https://marcopolito56.wordpress.com/leyendas/la-cueva-de-salamanca/

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