Leyenda del león checo

Leyenda del león checo

El animal emblemático del Reino Checo es un león blanco en el campo rojo. Sin embargo, el primer animal del escudo de los soberanos checos fue el águila del príncipe premislita y luego santo Venceslao, pues sobre la «llegada» del león al escudo checo existe una leyenda pintoresca.

En tiempos remotos, vivía en Praga un príncipe que según algunos, fue el primer rey hereditario de la dinastía de los Premislitas, Premysl Otakar I. Sin embargo, según la leyenda, se llamaba Bruncvík y que comenzó a gobernar su feudo desde muy joven.

Sin embargo, recordando siempre las proezas heroicas de sus antepasados, un día decidió tomar así pues el camino de la gloria y abandonar el trono y a su joven esposa: «Mis padres conquistaron para su escudo un águila, yo conquistaré un león!» dijo Bruncvík a su mujer.

Resistió a las súplicas de ella y le dio su anillo, quitándole el de ella y añadiendo: «No te fíes de nadie ni de nada hasta que no vuelvas a ver tu anillo con tus propios ojos. Si no lo ves durante siete años, es que ya no estoy con vida.» Y Bruncvík escogió los treinta hombres más valientes y partió en busca de aventuras.

El príncipe y sus caballeros recorrieron muchos países, o sea, hasta el punto de que ni siquiera los peligros del mar le hicieron desistir a Bruncvík de su propósito, o sea, se procuró un navío y zarpó entonces hacia parajes desconocidos con su tripulación durante tres meses.

Un día se desencadenó una tremenda tormenta que empujó al navío hacia lo desconocido, o sea, resulta que los navegantes se asustaron cuando vieron a lo lejos en la oscuridad un fulgor amarillento y además percibieron una fragancia penetrante.

Resulta que sabían que se trataba de la Montaña de Ámbar, que atraía entonces con su poder a todo lo que apareciese a 50 leguas a la redonda y no lo soltaba jamás.

Así sucedió también con la nave de Bruncvík, y el príncipe con su comitiva se convirtieron en prisioneros de la montaña, o sea, uno tras otro fueron muriendo entonces de hambre hasta quedar sólo Bruncvík y un caballero anciano que al final reveló al joven príncipe cómo podía salvarse.

Mandó a Bruncvík meterse con su espada en un saco de piel de caballo, y le colocó pues en la cima de la Montaña de Ámbar, que era visitada una vez al año por un enorme águila y una vez que esta llegó pues volando agarró el saco con Bruncvík y se alejó de la montaña mágica.

El enorme pájaro voló a su nido, arrojó el saco a sus crías y se fue en busca de otra presa, o sea, Bruncvík gracias a ello se liberó y mató a los pájaros.

Luego escapó del nido y corrió a través de un páramo hasta llegar a un profundo valle donde se paró al oír horribles rugidos de combate y al acercarse, Bruncvík vio a un león en lucha con un dragón de nueve cabezas.

Tras una breve vacilación, el príncipe decidió ayudar al león, ya que éste era el animal que quería entonces conquistar para su escudo, o sea, desenvainó la espada y atacó al monstruo y el león, al verlo, descansó mientras un poco y luego, cuando las fuerzas de Bruncvík se mermaron, la fiera saltó al dragón y lo mató.

Bruncvík tenía miedo del león, pero este se acostó a sus pies y cuando el príncipe se puso en camino, el león le siguió, pues luego Bruncvík trepó por un roble y se quedó sentado en su copa durante tres días.

Sin embargo, el león no se fue, fijando su mirada triste entre las ramas y entonces al final del tercer día, el león entristecido soltó un rugido tan potente que Bruncvík cayó a tierra.

Debilitado por estar sentado tanto tiempo, el príncipe no podía ni caminar y entonces el fiel león cazó un ciervo para que Bruncvík se recuperara, o sea, el príncipe entendió que el felino no le iba a hacer daño y se hicieron amigos y así durante tres años vagaron por la selva hasta llegar a la costa del mar.

Bruncvík construyó un barco y se dispuso a irse sin el león, pero el fiel animal de un gran salto salvó la distancia entre el barco y la costa y navegaron juntos, o sea, que finalmente llegaron a tierra, cerca de un castillo y cuando entraron, les acogió un rey de cuatro ojos, dos delante y dos detrás de la cabeza, pues Brunvík quería que el monarca le auydase a regresar a Praga. El rey respondió:

«De aquí puedes salir sólo por la puerta de hierro. Pero yo no te la abriré, hasta que no liberes a mi hija raptada por el Basilisco.» 

A Bruncvík no le quedaba otro remedio y con el león se dirigió a la isla adonde vivía el monstruo y donde descubrió a la hija del rey, enroscada por las serpientes, pues para liberarla mató a los guardianes y luego a la comitiva monstruosa del Basilisco y enfrentándose finalmente con el propio monstruo.

La cruel lucha duró un día entero y Bruncvík y su león finalmente dieron muerte al Basilisco, pues tras ello la princesa vendó las heridas del príncipe y tras un descanso, volvieron al castillo del rey donde entonces Bruncvík esperaba ansioso su partida a Praga, pero el monarca no quiso dejarle marchar, o sea, la princesa se había enamorado del príncipe y quería casarse con él.

Bruncvík tuvo que contraer matrimonio, pero se puso muy triste y vagó por el castillo, maldiciendo pues la ingratitud del rey, o sea, un día entró en un sótano y allí, sobre una mesa de piedra, vio así una espada antigua y le gustó tanto que la cambió por la suya. Cuando preguntó a la princesa por la espada, ella se asustó y cerró el sótano. Bruncvík insistió y la joven le explicó:

«Es una espada mágica, si la desenvainas y dices: «Que se caigan las cabezas de mis enemigos!», el poder de la espada te lo cumplirá.» 

Y Bruncvík, que no deseaba ser prisionero del rey para siempre, esperó su oportunidad, o sea, resulta que se le ofreció un banquete que presenciaron el rey, la princesa y todos los cortesanos, por lo que entonces cuando Bruncvík desenvainó la espada y pronunció la fórmula mágica, a todos los presentes se les cayó la cabeza decapitada al suelo y el príncipe abrió la puerta de hierro y con su león se encaminó hacia Praga.

Bruncvík llegó a Praga, se puso un atuendo de peregrino y con el león entró en su castillo, o sea, así llegó precisamente el día de la boda de su esposa, que iba a casarse, ya que pasó siete años sin ver al anillo ni a su marido.

Bruncvík se entristeció, sin embargo, echó el anillo de su esposa en la copa que ella bebía y abandonó el castillo, o sea, entonces la mujer descubrió al fondo de la copa su anillo y se alegró mucho.

No obstante, el novio con treinta caballeros cabalgó a galope desde el castillo para eliminar así a su rival Bruncvík, o sea, el príncipe, al verse en peligro mortal, desenvainó la espada y de nuevo las cabezas de sus enemigos cayeron al suelo.

Bruncvík reunió a sus fieles y se dirigieron al castillo, pues a mitad de camino a Praga se encontraron con la comitiva de la esposa de Bruncvík y todos se alegraron mucho, o sea, Bruncvík mandó luego que su fiel león fuese pintado en su escudo.

Cuando Bruncvík falleció, el león murió de tristeza pocos días después al pie de la tumba de su amo y la espada mágica de Bruncvík fue, según la leyenda, empotrada en uno de los pilares del Puente de Carlos junto a la estatua que representa al príncipe Bruncvík con el león a sus pies.

Según la tradición, cuando la tierra checa esté en la crisis más profunda, rodeada por los enemigos, se abrirá la montaña de Blaník y saldrán de ella los caballeros capitaneados por San Venceslao.

Su caballo blanco tropezará en el Puente de Carlos y sacará con su casco la espada a la luz. San Venceslao empuñará el arma y exclamará: «Que se caigan las cabezas de todos los enemigos de los checos. Y cuando así suceda, la paz eterna gobernaráen la tierra checa.»

Fuente: https://espanol.radio.cz/leyenda-del-leon-checo-8630773

Related Post

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.