La historia de Lampo, el perro que viajaba por Italia memorizando los horarios de tren

La historia de Lampo, el perro que viajaba por Italia memorizando los horarios de tren

La Stazione di Campiglia Marittima es un lugar modesto del municipio italiano homónimo, en la pedanía de Venturina Terme (Livorno, Toscana) y quien vaya a tomar un tren allí encontrará el andén decorado con la estatua de un perro.

Es un monumento en recuerdo de un can que alcanzó la fama por viajar en ferrocarril durante años desde esa estación, encontrando siempre la forma de volver, o sea, se trata de la historia de Lampo.

La Stazione di Campiglia Marittima se inauguró en 1863 con el motivo de la apertura de la línea Livorno-Follonica, que tres décadas más tarde se extendió a Piombino.

Lampo era un perro mestizo, callejero, sin dueño, del que nadie sabía dónde nació ni tampoco su año de nacimiento, aunque se cree que fue en torno a 1950.

Simplemente llegó a Campiglia Marittima a bordo de un tren de mercancías en agosto de 1953 y se dice que alguien lo metió en un vagón en Livorno para librarlo de los laceros, pero no se ha comprobado.

El caso es que, cuando lo encontraron enterneció tanto a Mina y Virna Barlettani, la esposa e hija pues del jefe de estación, Elvio, que le convencieron para que lo adoptase.

Al principio iba a ser por una única noche, dado que el reglamento prohibía la presencia de animales allí; sin embargo, la familia adoptiva ya tenía otro can, un pastor alemán llamado Tigre, y se encariñó con el nuevo.

Fueron ellos los que le adjudicaron el nombre de Lampo, que significa «destello» en italiano, en alusión a la velocidad con que viajaba de un lugar a otro como un viajero más.

El perro acompañaba a la niña al colegio todas las mañanas, un recorrido que debían hacer en tren -él escondido bajo los asientos para esquivar al revisor por la prohibición de animales a bordo- hasta llegar a Piombino para después regresar él solo a Campiglia Marittima en otro.

Mejor aún, no tardó en aprender los horarios ferroviarios o a intuirlos de alguna manera y hacía uso de diversas líneas a otros destinos para retornar al final de cada jornada; si cometía algún error, se apeaba y esperaba al correcto.

Pasado un tiempo, Lampo se aprendió las líneas y entonces empezó a correrse la voz, o sea, la dirección de ferrocarriles de Florencia, de la que dependía Elvio Barlettani, vetó la presencia del perro entonces en las instalaciones, obligando a su dueño a mantenerlo en casa o deshacerse de él.

Dada la independencia de que hacía gala, optaron por lo segundo y lo subieron a un mercancías que así partió para Nápoles, pero al cabo de unos días se las arregló para volver y tras ello entonces resulta que el jefe de estación optó por confiárselo a un granjero vecino… y cinco meses más tarde Lampo reapareció de nuevo en la estación.

Estaba visto que el perro prefería el ambiente ferroviario, así que no hubo más remedio que ceder y luego nombrarlo mascota oficial de la Stazione di Campiglia Marittima, o sea, que le pusieron un collar con una chapa que le autorizaba a viajar.

El repentino estrellato de Lampo sirvió para esclarecer, inesperadamente, algo de su pasado, o sea, resulta que un vagabundo lo vio en televisión y aseguró que era el mismo can que había tenido con él años atrás en el puerto de Livorno, después de verlo bajar a tierra desde un buque procedente de EEUU que había atracado en 1951.

Gracias a ello, se determinó que Lampo vivió una década, pues en el verano de 1961 falleció atropellado por un tren y enterraron su cuerpo en un floreado parterre de la estación, al pie de una acacia; el mismo lugar donde se ubica la estatua que recuerda su historia.

Fuente: https://www.labrujulaverde.com/2024/02/la-historia-de-lampo-el-perro-que-viajaba-por-italia-memorizando-los-horarios-de-tren

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