Ramper, un genial pionero de la diversión

Ramper, un genial pionero de la diversión

Ramón Álvarez Escudero, conocido como «Ramper», (Madrid, 20 de octubre de 1892-Sevilla, 5 de enero de 1952)​ es considerado el payaso más conocido de las décadas 20, 30 y 40 del siglo XX en España.

De familia humilde pero muy trabajadora, su padres don José y doña Justa tuvieron trece hijos de los que diez fallecieron muy pronto, o sea, solo sobrevivieron Ramón, Perico y Justa, la hermana pequeña.

Su primer contacto con el mundo del circo fue al asistir a una función en el gallinero del Parish, luego fue conocido como Circo Price, pues quedó fascinado ante el embrujo y la magia de aquel espectáculo y tras ello, enseguida supo que había brotado en él la vocación artística.

Empezó como vendedor de agua en dicho coliseo y pronto decidió entrenar por su cuenta haciendo pues ejercicios de equilibrio en la larga barandilla de hierro que existía en el madrileño Paseo del Prado.

A principios del siglo XX, Ramón aprendía el oficio circense junto a un acróbata callejero llamado Clement y luego alguien le recomendó que si quería seguir por aquel camino debería asistir así pues a la Sociedad Gimnástica Española.

Su padre, que al principio no estaba nada convencido de que su hijo mayor quisiera dedicarse a lo que entonces era una profesión tan inestable, lo acompañó a que le hicieran una prueba.

Junto a algún colega de oficio hizo algunas pequeñas giras por pueblos cercanos sin obtener así ningún éxito, pero entonces Ramón en el Circo Parish conoció a Los Otelo, un matrimonio de malabaristas que lo contrataron ofreciéndole alojamiento y la posibilidad de aprender de ellos.

Tras aquel período de formación, Ramón que todavía no se había unido a su hermano Perico como pareja artística y por tanto aún no se anunciaba como Ramper, formó junto a otro principiante, Paquito Mora, un número circense que representarían en un cine de verano madrileño bajo el nombre de Los Selvas.

En esta época además de trabajar como acróbata equilibrista, Ramón empezaba así a pensar en su futuro profesional y sabía que para ello debería hacer reír a la gente, así que como no había medios para poder comprar maquillaje, simulaba esas pinturas embadurnándose la cara con pimentón y mantequilla pero sin lograr el efecto deseado en el público.

Recorría España junto a Félix Jerlarwal’s cuando, incorporando improvisados números de humor, notó que el auditorio reaccionaba positivamente, pues en Bilbao tuvo un gran éxito y a partir de aquel momento, los escenarios de esa plaza ya serían, junto a los de Madrid y Barcelona los lugares donde más apreciarían su arte.

Tras contraer matrimonio con Aurina Secades que sería la futura madre de sus hijos, pues entonces hubo un tiempo en el que dejo de trabajar de payaso y tuvo la suerte de que en el año 1911 se estaba llevando a cabo en Madrid la construcción del Hotel Palace, o sea, que solicitaban mano de obra urgente y durante un año trabajo como peón.

Eran los tiempos de estrellas del cuplé, bailaoras y cantantes como La Goya, La Chelito, Pastora Imperio o La Argentinita, o sea, volvieron los contratos y Ramón se incorporó entonces al número que realizaba con Jelarwal’s.

Con el estallido de la Gran Guerra de 1914, Pedro, hermano de Ramón regresaba desde París donde con sólo catorce años se había convertido en un prodigioso contorsionista triunfando en compañías circenses por diversos países de Europa.

La gracia y el desparpajo de Ramón, unida a las peripecias acrobáticas de Perico dieron lugar a la creación de Los Ramper’s y debutaron en 1914 en el extinto teatro Romea de Madrid de la calle de Carretas.

Los Ramper eran imparables y causaban sensación allá por donde actuaban; Perico asombraba al público con sus contorsiones doblándose con una elasticidad pasmosa hasta el punto de que entonces muchos le apodaron «bisagrita» y Ramón los divertía con sus chistes de actualidad, adivinanzas y ocurrencias.

Los dos hermanos alcanzando una enorme popularidad hasta el punto de que actuaron pues en los más prestigiosos teatros compartiendo cartel con los mejores artistas del mundo como Maurice Chevalier y Raquel Meller.

En el verano de 1920 estando en San Sebastián Perico que se encontraba en la playa de La Concha con un amigo, se subió a sus hombros para realizar una pirueta saltando en el agua, pero la mala fortuna le hizo resbalar precipitándose bruscamente al mar de cabeza y provocándole una fractura mortal en la columna vertebral.

Terminaba así, trágica y repentinamente la vida de Perico y por consiguiente la carrera artística de Los Ramper, sumiendo a Ramón en un profundo abatimiento. 

Gracias a varios empresarios que tenían contratos en vigor con ellos y que demostraron así su verdadera amistad, le ofrecieron continuar con sus funciones circenses y pudo entonces reanudar así su trayectoria presentándose en solitario como Ramper.

Después vendrían exitosas temporadas con el empresario José Luis Campúa en el teatro Maravillas de Madrid y tantas otras revistas y espectáculos donde Ramper encarnaría al genial caricato que siempre fue, entreteniendo al público entre número y número, haciendo equilibrios imposibles mientras que contaba chistes, parodiando a los artistas que acababan de salir hacía unos minutos.

Su vida fue una constante gira por los escenarios y muchos artistas le copiaban los sketches teniendo que inventar otros nuevos porque el público creía que había sido él quien los plagiaba. 

A mediados de los años veinte, llegó Ramper a formar trío artístico junto a los cómicos Luis Esteso y José Álvarez «Lepe» a los que la crítica denominó «los tres ases de la gracia» y a finales de la década de los veinte, Ramper ya era una figura consagrada del humor y el entretenimiento.

Trabajando en el teatro aceptó la propuesta de participar en la película Frivolinas, pues dicha producción dirigida por Arturo Carballo y rodada al aire libre en el Parque del Retiro está considerada pues como la primera revista cinematográfica que se realizó. 

Después de esta aparición en la gran pantalla, Ramper intervendría en una de las primeras experiencias cinematográficas sonoras que llegaron en 1930 en forma de cortometraje donde contaba sus cuentos y chistes.

Ya en los años treinta, recibió una oferta para actuar durante diez semanas en Buenos Aires, o sea, que debutó en el Maipó con la revista El buen humor a la vista logrando una excelente repercusión entre el público argentino y pese a que le ofrecieron nuevos contratos, los rechazó y regresó a España. 

Su popularidad fue tan destacada que los comerciantes no dudaron en utilizar aquel tirón como reclamo publicitario y así se fabricaron juguetes con su figura, se hicieron dibujos animados sobre él, grabó discos con sus ocurrencias y canciones humorísticas e incluso le pusieron su nombre a un anís. 

Exactamente el 18 de julio de 1936 iba Ramper a comenzar el rodaje en Barcelona de la película ¡Bimbo! ¡Bimbo! que protagonizaría a las órdenes del cineasta alemán Otto Bauer, una producción que entonces nunca pudo iniciarse por el terrible estallido de la guerra civil española.

Tras el horror de la guerra, se restablece la rutina y Ramper se incorpora a nuevos espectáculos, pero a principios de los cuarenta las variedades ya no parecen atraer al público como antes y entonces durante los siguientes años su salud comienza a resentirse seriamente por fuertes ataques de asma. 

Toca reinventarse una vez más y, ayudado por uno de sus hijos, en 1949 se embarca en la aventura de explotar un circo ambulante propio, el Circo Ramper, pero los temporales, tormentas y otras inclemencias meteorológicas, dañan y rompen los materiales y ahuyentan al público de muchos pueblos y de ciudades españolas por donde pasan.

En definitiva, las pérdidas económicas hacen el negocio insostenible, las inmensas deudas se acumulan y la salud de Ramper se agrava, o sea, el resultado es catastrófico y la empresa finalmente quiebra.

Comienza el año 1950 contratado en el Price pero ya no es el mismo, siente una inmensa tristeza y piensa que el público le da la espalda, o sea, el viejo cómico está física y mentalmente agotado.

Aún así gracias a la ayuda de algunos empresarios, recibe varias ofertas y se embarca en nuevas giras al tiempo, que pese a los consejos del médico, el afamado payaso sigue fumando y haciendo caso omiso de las advertencias familiares.

Trabajando en distintas plazas de Andalucía, hacen parada en Sevilla alojándose en el desaparecido Hotel Biarritz, o sea, Ramper se encuentra muy mal y tiene fiebre elevada, es la Nochevieja de 1951.

Al día siguiente, el doctor que le atiende desaconseja el traslado del paciente a Madrid y así el dinero que habían ahorrado en la gira comienza a desvanecerse por los gastos médicos, el alojamiento y también la manutención.

El día 5 de enero, la estrella de Ramón Álvarez Escudero «Ramper», se apaga así en la habitación de aquel hotel sevillano sin cumplir siquiera los sesenta años.

La familia decide velarlo públicamente en la pista del Circo Price de Madrid, su escenario fetiche, donde centenares de personas de todas clases sociales hacen una larga cola para despedirse de aquel querido artista que tan buenos ratos les hizo pasar.

Su buen amigo y admirador, el escritor extremeño Leocadio Mejías le brindó un emotivo tributo literario a título póstumo publicado bajo el título de Ramper: Una vida para la risa y el dolor, pues pasaron los años y la huella del genial payaso y equilibrista se fue diluyendo sepultada por las arenas del tiempo.

Fuente: http://www.elcronistacultural.com/2022/06/ramper-un-genial-pionero-de-la-diversion.html

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