José Gifreda: El desconocido Fulcanelli catalán que fue maestro de alquimistas

José Gifreda: El desconocido Fulcanelli catalán que fue maestro de alquimistas

Fulcanelli es el seudónimo de un autor de alquimia del siglo XX que fundó escuela y cuya identidad es discutida, o sea, podría tratarse del francés Eugène Canseliet (1899-1982), pero tal atribución es cuando menos problemática.

La figura del misterioso Fulcanelli suscita todavía hoy las más asombrosas especulaciones y mueve a las más diversas conjeturas, tanto sobre su verdadera identidad como sobre los conocimientos que reveló en sus dos obras: El misterio de las catedrales (1926) y Las moradas filosofales (1931).

Gracias a estas obras escritas por el alquimista Fulcanelli, resulta que Madame Geneviève Dubois hace así mención en dos capítulos de uno de sus libros al alquimista catalán José Gilfreda Morros, que había sido amigo del barón Charles d’Hooghvorst y de La Croix-Haute, ambos alquimistas, y que tanto el uno como el otro lo consideraban un maestro a la altura de Louis Cattiaux o de Eugène Canseliet.

De hecho, Gifreda, fue el maestro de Canseliet, quien a su vez, o eso aseguraba él, fue discípulo del gran Fulcanelli, el mayor de todos los alquimistas, un absoluto misterio del que no se sabe si fue mujer u bien hombre, o el pseudónimo de una hermandad de estudiosos de la Alquimia.

André Breton, que siempre creyó, y así lo expuso en sus manifiestos, que el mundo debía cambiar, le pidió a sus amigos que le diesen una lista de las direcciones de las personas más influyentes del momento pues uno de ellos era Gifreda que además de su espectacular biblioteca hermética, tenía una habitación en la que nunca entró nadie donde se comunicaba con una entidad de otro mundo.

El mago Gifreda habría conseguido realizar la Gran Obra en 1979, un año antes de su muerte, o sea, así se lo confió en una carta a su amigo La Croix-Haute, pero cuando de La Croix fue a recogerlo a Barcelona así para viajar juntos a Francia, ya había muerto.

Con el fallecimiento de Gifreda desapareció todo, o sea, su laboratorio y esa maravillosa biblioteca pues los responsables del expolio fueron tres hombres y entre ellos un argentino de Mendoza que pertenecía a la Gran Fraternidad Universal y que habría visitado a Caselier en Francia pidiendo convertirse en su día en alquimista, pero al no saber francés, el maestro le dio las señas de Gifreda y terminó por ser su discípulo.

Además, tras la muerte de Gifreda ese supuesto discípulo vendió así su laboratorio y los manuscritos que había en la biblioteca a un librero que, a su vez, los subastó en Inglaterra.

Tampoco han sobrevivido sus cartas, o sea, tan sñolo quedan unas pocas menciones en obras como la de Madame Dubois y un borroso recuerdo entre sus familiares y algunas personalidades que lo trataron.

Si cada siglo aproximadamente aparece un nuevo alquimista que descubre así la esencia de la naturaleza accediendo a la piedra filosofal, Jesús Egido calcula que en 2026 debería llegar el siguiente maestro.

Su misión es cifrar este conocimiento en libros, dejar un legado alegórico para los que vendrán después, como hizo Fulcanelli en El misterio de las catedrales y Las moradas filosofales, para luego desaparecer.

También cabe destacar, que Jubany, un médico y alquimista catalán que tradujo obras de alquimia en su colección Archivo de Filosofía Hermética, afirmó que toda la colección la compró la Reina Sofía, que es una gran lectora de hermetismo y muy aficionada a las ciencias ocultas, como la mayoría de la familia de los borbones.

Felipe II, sin ir más lejos, dejó en El Escorial numerosas primeras ediciones de obras de Alquimia y magia que a día de hoy siguen sin catalogar.

Fuente: https://theobjetive.com/further/cultura/2019-06-06/jose-gifreda-fulcanelli-alquimia/

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