William Sidis, el hombre más inteligente del mundo

William Sidis, el hombre más inteligente del mundo

William James Sidis nació en Nueva York (EE.UU.) el 1 de abril de 1898 y que a los 18 meses ya sorprendía a sus padres, el psiquiatra y filósofo de origen ucraniano Boris Sidis y la médica Sarah Madelbaum, con su habilidad para aprender a leer, a escribir y realizar cálculos matemáticos.

Un día Sarah estaba leyendo el diario The New York Times cuando su pequeño hijo de 18 meses tomó así la primera página y comenzó a leer, pues entonces, Boris, deslumbrado, se mostró enseguida dispuesto a colaborar para que su hijo desarrollara todo el genio que llevaba dentro.

Sabiendo que Blaise Pascal así había escrito a los 9 años un tratado de matemáticas y que a los 4 Mozart tocaba el clavicordio y componía obras de considerable dificultad, Boris le enseñó esta misma educación a su hijo William.

A los 4 años el pequeño escribió su primer relato; a los 5 creó una fórmula que permitía que uno supiera el día de la semana de cualquier fecha histórica e hizo tercer grado en tres días. A los 6 años ya dominaba ocho idiomas: desde el latín y el hebreo hasta el griego pasando por el francés y el alemán. 

Por ello, antes de los 8 años ya había escrito dos libros de anatomía y otros dos de astronomía, no tenía amigos, pero había creado su propia lengua a la que llamó Vendergood y la base de la misma eran el latín y el griego combinados con elementos del alemán, el francés y de otras lenguas románicas.

Su padre publicó, en 1911, un libro al que tituló “Filisteos y genios”, donde se dirigía a padres y lectores no vulgares y de “espíritus abiertos”, o sea, sostenía pues que para poder potenciar los dones de un chico superdotado había que comenzar desde la primera infancia y que los padres debían tomar en sus manos el desarrollo del genio sin reprimirlo como harían los mediocres.

Con el propósito de estimular la brillantez de William, él y Sarah se ocuparon de formar a su hijo en el día a día y Boris escribió: “Conducimos la mente del niño por canales estrechos atrofiando y deformando su mente hacia la mediocridad. Si el niño se desenvuelve en los rígidos moldes del hogar y la escuela, resulta que el resultado será una permanente mutilación de su originalidad y genio”.

En su búsqueda por darle el mejor ámbito para el aprendizaje, Boris adaptó para William la habitación de la casa con más luz y, allí, le armó una suculenta biblioteca pues sus padres esperaban pues mucho de las aptitudes de su hijo William.

Sus habilidades matemáticas también quedaron rápidamente en evidencia, o sea, resulta que a los 8 años fue aceptado por el célebre MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), lo que hizo que su historia así llegara a los medios de prensa de la época y comenzara el acoso mediático.

Cuando en 1909, con 11 años, William consiguió ingresar a la prestigiosa Universidad de Harvard para así estudiar matemática aplicada su caso saltó a la prensa internacional.

En enero de 1910, William Sidis, el alumno más joven de la historia de la institución, dio una charla en el Club de Matemáticas y así entre los más de cien oyentes había tanto profesores de renombre y como de alumnos avanzados sobre “Cuerpos de cuatro dimensiones”.

A pesar de eso, las autoridades le recomendaron a sus padres esperar a que él cumpliera los 12 años para que asistiera a la universidad y una cumplidos los 16 años se graduó en medicina con honores, o sea, que sacó las mejores notas.

En diciembre de 1915 ingresó como profesor a la Universidad de Rice, mientras hacía un doctorado y así daba tres materias: trigonometría, geometría euclidiana y geometría no euclidiana pues solo aguantó ahí un año.

Todo ello, se debía a que sus alumnos eran mayores que él, lo trataban muy mal, la prensa lo asediaba, se sentía hostigado y presionado, pues entonces decidió volver a Harvard para estudiar Derecho.

El mundo lo admiraba, pero la comunidad científica, un poco desconfiada, un poco celosa, lo consideró una “atracción de feria”, o sea, que sus colegas científicos le dieron la espalda y dijeron que él joven iba de una ciencia a otra sin objetivos concretos ni aportar nada.

Todo esto fue haciendo mella en la personalidad del solitario William Sidis que, cada vez más, prefería la soledad y mientras la presión de los medios y de su familia lo tenían a maltraer, él se volcó entonces a las ideas socialistas.

El 1 de mayo de 1919, con 21 años, encabezó una marcha socialista en Boston para reivindicar el Día del Trabajador y como consecuencia de los disturbios William fue detenido y durante el juicio admitió haber sido un objetor de conciencia durante la Primera Guerra Mundial y, además, se declaró ateo y también un comunista, pues debido a ello fue sentenciado a 18 meses en prisión por amotinamiento y agresión.

Gracias a sus poderosos contactos, Boris evitó que su hijo acabara en la cárcel, o sea, su madre intentó ingresarlo en un psiquiátrico, que ella misma administraba en New Hampshire durante un año.

Sus propios padres lo amenazaron con que si no se corregía lo mandarían a un asilo para locos y tras ese año, lo enviaron a California por doce meses más, en los que se dedicó a escribir y con el tiempo, cambió de ideología para inclinarse hacia su propia filosofía libertaria basada en los derechos individuales.

En esa época, la inteligencia de William ya no era la misma, o sea, sufría fuertes migrañas que así en varias ocasiones, lo dejaban postrado, vivía amargado e intentaba despegarse de sus exigentes padres.

La educación que William había tenido en su casa y la exigencia de sus padres comenzó a formar parte de un gran debate nacional, o sea, muchos criticaban la educación que su padre Boris le había dado y decían que las escuelas debían otorgar a los niños el derecho a una educación normal y comparable así con la de otros menores.

Para otros, la inteligencia era hereditaria y por ello no era necesaria la educación temprana en casa ni así sacarlos de su ambiente escolar natural.

Pero lo cierto es que más allá de las discusiones, muchas personas dotadas con un IQ superior, resulta el que se encontraron con que las estructuras escolares y universitarias eran demasiado rígidas y por ello no los dejaban avanzar conforme a sus capacidades.

Es por eso que algunos expertos sostenían que era beneficioso para las mentes superdotadas pasar así de escalón con rapidez para no aburrirse y poder alcanzar el máximo potencial.

El coeficiente intelectual de Williams, según se estableció en su momento, era de entre los 255 y los 320 puntos, pues una persona normal ronda entre los 90 y los 110.

Si tenemos en cuenta que Einstein tenía 160, Galileo Galilei 185 e Isaac Newton 190, es difícil imaginar lo que significan 300 puntos o más.

Lamentablemente su inteligencia no le otorgaba a William las habilidades necesarias para tener amigos, el tener una pareja y formar su propia familia, o sea, que sociabilizar era una tarea ardua para él ya que sus capacidades interpersonales eran casi nulas y William afirmó en una ocasión: “Quiero vivir pues una vida perfecta. La única manera de lograrlo es a través del aislamiento, de la soledad, Siempre he odiado las multitudes”.

Fue durante algunas manifestaciones socialistas que el joven William conoció entonces pues a la escritora irlandesa Martha Foley que entonces le brindó la comprensión de una vida que podía ser distinta y feliz, pues se vieron varias veces y disfrutaba con ello.

Pero cuando se lo contó a su padre, Boris le recomendó fervorosamente que no la viera nunca más pues según el era una distracción a su genialidad, o sea, William cumplió con el mandato paterno y además, a causa de ello, dejó de visitar a sus padres.

A partir de ese momento, no otorgó más entrevistas, no acudió a ninguna nueva manifestación, o sea, se encerró en su departamento, se enclaustró pues tanta presión lo desestabilizaba y obligaba a abandonar el mundo, o sea, se dedicó a escribir y muchos de sus libros los firmó con seudónimo.

En 1921 William Sidis se instaló en la ciudad de Nueva York, en un pequeño departamento, donde intentó llevar adelante una vida más o menos normal sin la intervención de sus padres, donde trabajó de portero y oficinista mientras seguía sumando carreras a su currículum.

En 1937 la revista The New Yorker publicó un artículo donde lo ridiculizaba por no haber logrado así nada asombroso en su vida, Williams la demandó, pero el juez desestimó la causa. Apeló y, en 1940, otro juez se apiadó de él, pero en el fallo dijo no poder garantizarle inmunidad ante la prensa.

William se negó a enrolarse para pelear en la Segunda Guerra Mundial y entonces comenzó de nuevo en participar de marchas políticas y, otra vez, fue arrestado.

El políglota William llegó a hablar 40 idiomas, entre lenguas y dialectos, con perfección y estudió así siete carreras universitarias que no siempre terminó: matemático, médico, antropólogo, historiador, lingüista, abogado y psicólogo.

Además de ser activista por la paz y escritor, resulta que su visión sobre la religión y la política solían ser controversiales, o sea, abogaba por el amor libre y el control estricto de la natalidad y tanto estudio fue un refugio que no logró alivianar sus angustias.

Hay quienes sostienen que William fue en realidad un experimento de laboratorio que capitaneó así su familia, pues dicen que, además de ser extremadamente inteligente, fue entrenado para convertirse en genio.

Como consecuencia de ello, una de las pruebas es que su madre dejó la práctica de la medicina para así poder dedicarse a moldear su mente junto a Boris y William fue puesto bajo sus lupas y monitoreado así permanentemente.

Su propia hermana Helena Sidis, diez años menor que él, fue quien reveló su IQ como “el más alto jamás obtenido”, pues algunos autores como Amy Wallace creen que su coeficiente fue exagerado por la familia, o sea, Sarah afirmó, en 1959, en su libro La historia de los Sidis, que William podía aprender un idioma en un solo día, quizá otra posible exageración.

Su caso alimentó la creencia de que los niños prodigios suelen fracasar como adultos y se convierten en personas mediocres, pues según esta hipótesis la educación anticipada y acelerada sería muy perjudicial para ellos.

Pero en el año 1977, la psicóloga Kathleen Montour, bautizó a esa teoría como «la falacia de Sidis» y dijo que William no era la regla sino la excepción a la regla, o sea, para ella la educación temprana no era para nada desventajosa para el desarrollo del talento.

El investigador Stephen Bates aseveró, en 2011, que la prensa de su época maltrató a William Sidis, o sea, Bates puso el acento en la particular visión del éxito de la sociedad en la que vivía el genio que se basaba en la productividad y la ambición.

Bates sostiene que William era una persona inconformista que desafió todos los cánones de la sociedad norteamericana de entonces y si observamos esta particularidad ya nadie hablaría despectivamente de fracaso.

William Sidis murió a los 46 años el 17 de julio de 1944, o sea, su casera lo encontró inconsciente, en el piso de su departamento, pues se cree que llevaba siete días en ese estado y al lado de su cuerpo había una foto de Martha Foley quien para entonces ya hacía casi dos décadas que se había casado y tenido un hijo.

Una embolia cerebral fue lo que terminó por apagar esa máquina maravillosa de sinapsis dentro de su cráneo, tallada con lenguas, cálculos, tristezas y desconciertos.

Fuente: https://www.infobae.com/historias/2024/01/01/la-desgraciada-historia-de-william-sidis-el-hombre-mas-inteligente-del-mundo-que-sufrio-bullying-y-desamor/

Related Post

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.