La maldición de los 3 incendios del Teatro Romea

La maldición de los 3 incendios del Teatro Romea

A mediados de los años 30 del siglo XIX se aprobaba en España la desamortización de Mendizábal, o sea, declarándose propiedad nacional bienes, derechos y rentas de comunidades religiosas, pues se aprobaba esta medida para que los terrenos saliesen a subasta popular y que fuesen aprovechados para la realizar la recaudación de dinero al Estado y en beneficio del campesinado.

Así, en Murcia se expropiaron terrenos eclesiásticos pertenecientes a los monjes dominicos, terrenos que hoy ocupan la plaza de Santo Domingo y la de Julián Romea, pues en estos terrenos se llevó a cabo pues la construcción de un gran teatro.

El edificio fue inaugurado el 26 de octubre de 1862 por la Reina Isabel II, así como tablas de propiedad municipal, acompañada de sus hijos y al principio y durante 6 meses se le llamó el Teatro de los Infantes y más tarde, ‘Teatro de la Soberanía Popular’. 

Finalmente, en 1872, el Ayuntamiento de Murcia cambió de nombre al teatro, escuchando las peticiones populares en honor al actor Julián Romea, pasándose a llamar ‘Teatro Romea’.

La construcción de dicho teatro no fue bien recibida por los monjes, a los que se les había retirado sus terrenos, los cuales se habían ‘profanado’ y según ello, cuenta la leyenda que uno de los monjes lanzó la maldición de los tres incendios; en el primero no moriría nadie; en el segundo morirían dos personas y, en el tercero, moriría todo el aforo del teatro, que estaría completamente lleno.

El 8 de febrero de 1877, tuvo lugar el primer incendio a causa de un candil, en el cual no hubo víctimas mortales, ya que el teatro se encontraba vacío después de acoger esa misma noche la obra ‘Cómo empieza y cómo acaba’ de Echegaray.

El segundo incendio se produjo el 10 de diciembre de 1899, o sea, tuvo lugar en una noche lluviosa que ayudó a que el teatro estuviera a reventar de gente y se dio la coincidencia de que la obra que se estaba representando el era Jugar con Fuego.

En el preludio del tercer acto de la obra El Anillo de Hierro y debido pues a la combustión de una mantas producidas por el mal estado del tendido eléctrico del escenario, se generó un incendio que pudo haber acabado con la vida de cientos de personas de no ser porque el Maestro Mirete coordinó las labores de desalojo del edificio y el incendio fue tan grande que la fachada de la Catedral de Murcia estuvo entonces iluminada durante varias horas.

Como consecuencia de estos dos incendios y con el miedo de que el tercero de ellos, y el más peligroso, pudiese sucederse, la leyenda se instauró entre el público murciano por lo que el taquillero resulta que siempre guarda una entrada sin vender, con el fin de que el teatro nunca llegue al aforo completo y la maldición del monje no pueda sucederse.

El ambiente de misterio que ha suscitado esta historia alrededor del teatro suscita el interés de diversas personas. Además, la butaca que nunca se pone a la venta ha sido renovada y tapizada así con terciopelo negro, destacando sobre las demás del patio de butacas, todas de color granate que está situado así en el palco 10 de la platea.

Fuente: https://www.eurofesa.es/boletin/la-maldicion-de-los-3-incendios-del-teatro-romea/

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