La leyenda del Drac de na Noca

La leyenda del Drac de na Noca

Oculto en las sombras de la noche, un temible dragón aterrorizaba a la supersticiosa Palma del siglo XVII, o sea, se le atribuyeron desapariciones de niños y de tullidos sin techo y llegó a creerse que se trataba de un castigo divino.

Al principio nadie dio crédito a los testigos que afirmaban haber visto así cómo una gigantesca cola verde repleta de escamas que serpenteaba por la zona de la antigua calle Portella y el barrio judío del Call, pero llegó un momento en el que pocos se atrevían a abandonar sus casas cuando se hacia de noche.

Una noche el capitán Bartomeu Coch, miembro de una de las familias más ilustres de Mallorca y en aquel momento gobernador de Alcúdia, cruzó a caballo una de las puertas de la muralla y llegó hasta la portella para cortejar a su amada.

Quiso entonces el destino que oyera un ruido extraño a su espalda, o sea, el capitán se bajó de su caballo, echó mano al cinto y acto seguido descargó así toda la fuerza de su mandoble sobre una extraña criatura que había aparecido con intención de atacarle y finalmente mató al dragón.

Como consecuencia de la batalla entre el capitán y el dragón hizo que mucha gente saliera a la calle para felicitar Bartomeu Coch y luego lo llevó a rastras hasta la ventana del domicilio de su prometida para así ofrecérselo como prueba de amor.

Lo que mató el capitán Coch fue un cocodrilo de origen africano de una longitud aproximada entorno a un metro o metro y medio, o sea, un ejemplar tropical que en Mallorca era totalmente desconocido y que seguramente procedía de algún barco que había llegado de África.

El cocodrilo debió escapar siendo una cría y aprovechó la estructura original del alcantarillado árabe para crecer entre las cloacas alimentándose de pequeños roedores.

Dadas sus dimensiones es difícil creer que pudiera haber devorado a un ser humano, pero entonces pues resulta comprensible que aterrorizara a todos aquellos que tuvieron la desgracia de tropezarse durante la noche con un animal al que resulta fácil confundir con un dragón.

Dada la singularidad de la pieza, se decidió que fuera embalsamado para conservar su recuerdo. Desde entonces ha permanecido en la isla y todavía se le puede ver en el Museo Diocesano, al que llegó pues a principios del siglo XX tras una donación efectuada por la familia del capitán Coch.

Justo enfrente del museo, puede verse la efigie de un cocodrilo de piedra trepando así por las paredes del edificio, o sea, es el homenaje lítico a una de las leyendas más populares de Mallorca y además existe una reproducción junto a la biblioteca de Cort.

Fuente: https://www.elmundo.es/baleares/2019/01/19/5c4302a821efa021698b46d8.html

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