Textos de execración

Textos de execración

Consistían en unas estatuillas antropomorfas, modeladas en arcilla pero sin cocer así sobre las que se escribían los nombres de enemigos, ya se tratase de personas o de estados extranjeros; por supuesto, también eran susceptibles de sufrir la execración los opositores al mandatario.

Además de ello, la inscripción fenicia de Tabnit, del siglo V a.C., parece evidenciar que la cosa se extendía incluso al ámbito particular.

Resulta evidente el valor que tienen los textos de execración para los arqueólogos e historiadores, ya que una vez juntados los fragmentos como un puzzle y debidamente traducidos, se transforman en auténticas fuentes documentales sobre detalles de la política exterior y/o interior de las civilizaciones que producían los textos.

Además, según los estudios arqueológicos no están en escritura jeroglífica sino hierática, menos solemne y normalmente empleada en documentos administrativos pero también en algunos religiosos, sobre todo en papiro.

Asimismo, si hablamos de fragmentos es debido al ceremonial en el que se integraban, o sea, que no se trataba de meros testimonios sino de un auténtico ejercicio de magia simpática, aquella practicada desde la prehistoria y que se basa en la imitación obedeciendo al principio de que lo semejante produce pues lo semejante, de forma análoga a lo que ocurre con el vudú.

Y es que, tras la escritura, esos objetos eran destruidos para evitar su reutilización, recurriendo a un ritual preestablecido cuyas características eran variables.

En unos casos se aplastaban las figurillas; en otros se pisoteaban; a veces eran quemadas o se cortaban; otras, simplemente se las ataba e introducía en pequeños sarcófagos, pero el arco de posibilidades eran tan amplio que podía incluir escupirles e incluso realizar necesidades fisiológicas encima… o todo ello. Al final se colocaban los pedazos resultantes en pozos cercanos a los enterramientos y lugares dedicados al culto religioso.

No están del todo claros ni el lugar exacto donde se inició esa práctica ni el período en que lo hizo y pese a ello, parece haber acuerdo en que fue en Egipto, donde los textos de execración están pues acreditados desde el Imperio Antiguo hasta el Nuevo.

Por tanto, ello deja un arco cronológico de milenio y medio, aproximadamente desde el 2686 a.C. hasta el 1069 a.C.., pero también hay textos procedentes de otros sitios.

Los más antiguos conocidos corresponden a la dinastía VI, que se desarrolló aproximadamente entre los años 2324 y 2160 a. C. y fue la que cerró esa fase para dar paso al Imperio Medio tras el fallecimiento de la reina Nitocris.

A ese período corresponden unas estatuillas antropomorfas de arcilla sin cocer que representan entonces a extranjeros y llevan inscritos en la zona del pecho unos nombres, a veces trazados con tinta roja.

Se encontraron en Elefantina y Balat, pero sobre todo en Giza, donde salieron a la luz casi medio millar de ellas, pues incluyen nombres del entorno geográfico de Egipto, como Fenicia y Canaán, e incluso la que posiblemente sea la primera mención a Jerusalén.

Nos han llegado gracias al trabajo de traducción, transcripción y publicación que llevó a cabo en 1926, bajo el título Textos de Berlín, un egiptólogo y filólogo alemán llamado Kurt Sethe (autor asimismo de un aplaudido diccionario de egipcio antiguo y de una versión de los Textos de las Pirámides).

Otro importante hallazgo tuvo lugar en la necrópolis de Sakkara, el lugar donde está la famosa pirámide escalonada del rey Zóser, si bien el material recuperado era posterior, de la dinastía XII (Imperio Medio).

En este caso, las figuras eran de tamaño variable, grandes y pequeñas, representando a prisioneros y con más datos geográficos: los nombres de siete países y sesenta y cuatro ciudades, pueblos y también tribus enemigas, además de una treintena de gobernantes, o sea, se los conoce como Textos de Bruselas porque así los publicó en 1957 el egiptólogo francés Georges Posener.

Durante el Imperio Medio se empezaron a aprovechar vasijas de cerámica para la execración, pues según parece deducirse del descubrimiento de un considerable número de ellas en Mirgissa, un asentamiento comercial más allá de la Segunda Catarata, lo que hoy es Sudán, donde el ejército faraónico levantó una fortaleza para proteger la frontera y donde hay varias necrópolis.

Allí aparecieron cientos de vasijas, unas con inscripciones y otras no, pues junto a estatuillas de materiales diferentes como barro, piedra y cera (éstas medio derretidas deliberadamente); una de las figuras no tiene cabeza.

De nuevo un egiptólogo francés, Yvan Koenig, especialista en escritura hierática y traductor habitual de pairos y ostraca, fue quien los publicó en 1990 bajo el título de Textos de Mirgissa.

A todo esto habría que añadir un hallazgo especial en Avaris, la que había sido capital de Egipto durante la dominación de los hicsos, aunque para lo que nos ocupa la datación es algo posterior, de la importante dinastía XVIII y, por tanto, de comienzos del Imperio Nuevo.

En ese yacimiento, hoy denominado Tell el-Dabb’a, hay dos pozos, uno pequeño y otro mayor, de donde se habían extraído del primero tres cráneos humanos, dos con agujeros en el occipital, y varios dedos, así mientras que en el otro había dos esqueletos debajo de cientos de vasos rotos sin inscripciones.

La frecuencia con la que se citan nombres cananeos, fenicios, nubios, libios y sirios no debe sorprender, ya que a menudo sus tribus estuvieron en pie de guerra con Egipto, de ahí que reseñe a cientos de reyes de esos pueblos.

La desgracia de los egipcios se troca en suerte para los arqueólogos y, sobre todo, para los estudiosos de la historia bíblica, que tienen en los textos de execración una fuente impagable, o sea, destacan esas que apararecen en Daniel 11:41; Isaías 11:14; Jeremías 48-49; Sofonías 2: 8-9; Ezequiel 25: 1-14 y Nehemías 13: 1-2: 23.

Fuente: https://www.labrujulaverde.com/2020/09/textos-de-execracion-las-inscripciones-de-magia-que-los-egipcios-hacian-contra-sus-enemigos

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