Leyendas de Chile

Leyendas de Chile

En la ciudad de Salamanca (Chile) podemos destacar las siguientes leyendas:

El Toro de los cuernos de oro

Don Jesús era un forastero, un hombre alto, fornido y humilde, con la piel curtida por el sol y el viento en su caminar diario, con una barba de bastante tiempo, mal oliente que caminaba de un lugar a otro, donde encontraba trabajo o le dieran un lugar para vivir. 

Además, andaba con un saco al hombro, donde llevaba las pocas pertenencias que poseía y así fue como llego caminando hasta Quelén donde le habían dicho que había una mina muy buena para trabajar, pues indago con los vecinos del pueblo que le indicaron como llegar hasta ella. 

Sorteando todo tipo de inconvenientes, como pudo llego a una poza grande llamada las tazas donde se dejo caer al suelo para descansar un momento, miro a su alrededor, entornando su mirada y encontró el lugar muy hermoso solitario donde se puso a dormir un momento por el cansancio. 

Después de haber descansado, se dio cuenta que su estomago estaba vacio, hacia muchas horas que no probaba comida y pensó en su saco pero recordó que ya no le quedaba nada. 

Se levanto del suelo, se estiro y fue caminando hacia el agua, miro hacia el fondo y el agua le devolvió su imagen, era un agua pura cristalina y fría, que venia desde lo alto de la cordillera, se agacho se lavo las manos y bebió un poco de agua ya que tenía la boca reseca de tanto caminar, o sea, estaba agotado.

Poco después, vio que en el agua había peces y entonces hizo una especie de caña y tras capturar pues algunos, hizo un fuego poniéndolos a asar y luego se los comió ya que tenía mucha hambre.

Una vez que sacio su apetito, apago el fuego, tomo su saco y procedió, guardo su saco y emprendió el camino, enfiló por un sendero hacia arriba, hasta donde habían dicho que se encontraba la mina. 

En un recoveco del camino divisó a lo lejos lo que podría ser una mina, siguió caminando sorteando todo tipo de obstáculos, hasta llegar a su destino donde habló con su dueño.

Habló con el dueño, él le preguntó, si había trabajado alguna ves en minas, ¡si! Contestó, toda mi vida.

Don Ronaldo que era el dueño y estaba escaso de personal, al saber que Don Jesús había trabajado pues en minas le dijo que lo iba a tener a prueba algunos días y después le haría un contrato, pues el forastero le dijo que el quería ser perforador y traía todas sus herramientas.

Tras esta conversación, Don Ronaldo tenía que entregar luego el metal luego y entonces le dijo así lo que tenía que hacer y dónde, pero el forastero le comentó que a el le gustaba trabajar solo. 

Una vez en la mina, el hombre se puso a trabajar, pues durante varios días nadie lo vio y de pronto don Ramón fue hacia la boca de la mina, donde le había dicho al forastero que perforara, así al acercarse allí, grande fue su sorpresa al ver el montón de piedras que tenia acumulado. 

Como consecuencia de ello, los hombres se preguntaron como lo había hecho el solo, para juntar tanto material, pero el forastero no contesto. 

A los días siguientes, el dueño y otros trabajadores se fueron escondidos, para ver como extraía el metal, agazapados detrás de unas rocas y entonces miraron hacia la boca de la mina, con asombro vieron así un enorme toro negro que con sus cuernos lanzaba fuego hacia el cerro y se desmoronaban pues las rocas cayendo hacia afuera, o sea, ellos asustados se marcharon del lugar y fueron hacia las oficinas, donde se preguntaron de donde había salido este forastero. 

Ellos muy temerosos corrieron en todas direcciones y es por eso que cada noche de luna llena se ve pues reflejado en los cerros un toro negro con enormes ojos de fuego, que cornea furioso el terreno con sus brillantes cuernos de fuego. 

El bracero con onzas de oro

En 1902 vivía en Salamanca un matrimonio muy humilde, compuesto de don Juan Artemio Riquelme, casado con doña Emilia Rojas Ysaso, con 8 hijos y era de ascendencia española.

Con tantos hijos don Juan tenia que trabajar duro, pues se dedico un tiempo a la agricultura y también a los trabajos pesados para poder alimentar a toda la familia.

Por esos días don Juan estaba trabajando para un rico empresario llamado Serafín Gutiérrez, o sea, que necesitaba realizar algunos arreglos a su jardín y al entorno de su patio, pero además quería encausar las aguas para su mejor aprovechamiento.

Como consecuencia de ello, un día mando a llamar a don Juan, que trabajaba para el, o sea, le dijo que le hiciera una acequia porque el quería tener arboles frutales en su propiedad y no le llegaba el agua como quería. 

A don Juan le llevó bastante tiempo en hacer la acequia porque el terreno era muy seco y duro, pero así las herramientas con que contaba no eran muy buenas para trabajar, o sea, pues resulta así que se retrasó mas de la cuenta.

Cuando ya le faltaba poco para terminar, estaba agachado afanosamente cavando, sin siquiera secarse el sudor de su frente empezó a sacar las piedras y tierra acumulada, pues de pronto sintió entonces así que había golpeado algo raro, y de pronto apareció ante sus ojos algo muy brilloso y grande. 

Siguió cavando con más delicadeza para desenterrar todo lo que brillaba y grande fue su sorpresa, ante sus ojos atónitos se encontraba un bracero y dentro de él, onzas de oro, don Juan estaba así tan contento con su hallazgo que no cabía en sí de alegría. 

Empezó a limpiar todo vestigio de tierra que tenia adherida en sus grietas dejándolo muy limpio, pues entonces pensó que hacer con el, pero no estaba en su propiedad, solo trabajaba allí. 

Tomándolo con delicadeza, se fue caminando donde su patrón y le contó lo que había encontrado, o sea, le dijo ¡mire patrón lo que encontré, haciendo la acequia! y luego don Serafín le contesto ¡hombre que has encontrado!, ¡mire patrón me he encontrado este bracero con onzas de oro! 

Don Serafín lo miro asombrado e incrédulo, pero tomo en sus manos lo que el trabajador le había traido o sea, quedo maravillado con el hallazgo y se quedo mudo de la emoción, cuando pudo balbucear alguna palabra, le dijo a don Juan que el iba a guardar el tesoro y luego le iba a comunicar que hacer con el. 

Don Juan siguió trabajando en la acequia y don Serafín le comunicó que iba a llevar el tesoro a Santiago a tasarlo y venderlo al mejor postor y cuando volviera le iba a dar la mitad del dinero por encontrarlo, o sea , cuando se fue a Santiago vendió el tesoro. 

Mientras tanto en Salamanca don Juan se apocó, se empezó a sentir mal y ya no pudo seguir trabajando, o sea, un día que se pudo levantar se encontró con don Serafín y le dijo que ya no trabajaba para el y no le dio ningún peso, ya que era tanta la avidez por la plata que cada día iba a mas.

Mientras tanto don Juan enfermó y ya no pudo levantarse de la cama falleciendo al poco tiempo según los vecinos al sacar el tesoro sin ninguna protección, o sea, debido al antimonio y con su fallecimiento así dejo en la mas profunda triste pobreza a su familia. 

Fuente: https://www.salamancabusca.cl/leyenda-de-salamanca/

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