Los fantasmas del Teatro Apolo de Almería

Los fantasmas del Teatro Apolo de Almería

El espectro de una niña, vestida de blanco y jugando con una pelota, se aparece en diferentes zonas del teatro, especialmente en el escenario y los camerinos

En el corazón de Almería, donde la historia y la cultura se funden, se alza el Teatro Apolo, un testigo de piedra de la evolución de la ciudad que fue construido a finales del siglo XIX.

Nacido del sueño de la Sociedad de los Veinte, una asociación recreativa de la época, el Apolo ha vivido una historia llena de altibajos, o sea, desde su inauguración en 1882, con la compañía de Rafael Calvo, hasta su transformación en cine en la década de 1960.

A mediados del siglo XX, el teatro se vio afectado por una profunda reforma que alteró su estructura y diseño, o sea, la sala se adaptó a las necesidades del cine, eliminando los palcos y ampliando el patio de butacas donde la cubierta se elevó y la decoración original desapareció.

En la década de 1980, se emprendió un proyecto de rehabilitación para recuperar el Teatro Apolo como espacio escénico y el resultado final es un teatro que conserva su fachada original, con sus característicos arcos de medio punto y óculos, pero que presenta un interior completamente renovado.

Más allá de su notable arquitectura y su papel como escenario cultural, el Teatro Apolo es conocido por las historias sobre una niña (o niño) fantasma que habita en sus rincones, o se, se dice que el espectro pertenece a una pequeña, vestida de blanco y jugando con una pelota, que se aparece así en diferentes zonas del teatro, especialmente en el escenario y los camerinos.

Los testigos afirman haberla visto correr por los pasillos, escuchar su risa o incluso el sentir su presencia invisible, pues algunos creen que la niña pudo haber fallecido quedando su alma atrapada en el lugar. Sin embargo, no hay registros oficiales que confirmen esta versión, lo que añade un elemento de misterio a la leyenda.

Un testigo, guardia de seguridad, contó en una ocasión: «El frío de la noche se colaba por las rendijas del Teatro Apolo mientras yo, cámara en mano, me adentraba en sus pasillos en penumbra. La historia de la niña fantasma me intrigaba desde niño, y esa noche, bajo la tenue luz de la luna, estaba dispuesto pues a comprobar si era verdad.

Un silencio sepulcral reinaba en el teatro, solo roto por el eco de mis propios pasos. Cada crujido así de la madera, cada sombra alargada por la luz de mi linterna, me helaba la sangre y de pronto, un escalofrío así recorrió mi cuerpo, como si una presencia invisible me rozara.

En el escenario, la pelota roja que describían las leyendas estaba allí parada, luego la tomé en mis manos, sintiendo su textura áspera y fría, un susurro, apenas perceptible, me llegó al oído: «Juega conmigo».

Giré en redondo, buscando la fuente de la voz, pero no había nadie y entonces el miedo hizo que saliera corriendo, pero la curiosidad me empujaba a seguir, o sea, me dirigí a los camerinos, donde se decía que la niña fantasma se manifestaba con más frecuencia.

En uno de ellos, un espejo antiguo colgaba de la pared y al mirarme en él, una imagen fugaz se reflejó así por un instante: una niña de vestido blanco, con ojos grandes y tristes, que me observaba con una sonrisa melancólica.

El corazón me latía con fuerza mientras salía del camerino, pues la experiencia me había sobrecogido, pero no aterrorizado, o sea, que sentía una mezcla de atracción y respeto por la niña fantasma.

Esa noche, en el Teatro Apolo, el vigilante afirmó que no solo había entrado en contacto con una historia de fantasmas, sino que también experimentó algo que desafiaba a su propia razón, o sea, que así la niña fantasma, real o no, le había dejado una huella imborrable, una historia que contar y un misterio que así siempre me acompañará».

Fuente: https://www.garciabautista.net/blog/los-fantasmas-del-teatro-apolo-de-almería

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